Entre acordes que parecen palpitaciones, surge un
ruido blanco como una ola que se entrecorta, o nieve, o agua; luego la voz se
desliza sobre una superficie irregular que alcanza un ritmo machacante hasta
reventar y volverse a detener: I’m the
fury in your head/ I’m the fury in your bed/ I’m the ghost in the back of your
head/ Cause I... Así es el sonido de Spanish
Sahara, canción del álbum Total Life
Forever (2010), de los músicos británicos Foals. También, ese fantasma detrás de tu cabeza es una especie estructura de un
edificio, mar, circo, sótano, Rejkyavik o interferencia, en el libro Alces, Rejkyavik (Libros Magenta /
Conaculta, 2014) del poeta potosino Daniel Bencomo, que a través de distintas
voces definidas por los habitáculos surgen, fragmentados, interferidos por
ruido y silencios, una serie de poemas de una textura plástica y musical distinta
en la poesía mexicana.
Cuando
se habla de poesía lírica contemporánea, rápidamente se piensa en las elevaciones
almibaradas de los poetas de la experiencia, con sus confesiones desde los códigos
simbológicos y las metáforas aturdidas como fuegos de artificio. Es por eso que
algunos poetas han decidido dar por agotados los recursos líricos y buscar la
expresión poética por otros senderos menos líricos. El caso de Daniel Bencomo,
poeta potosino con seis libros de poemas y un par de libros de poetas alemanes
traducidos, es realmente interesante, porque sin dejar a un lado lo lírico, entendiéndose
éste término como el discurrir emotivo y sensorial de las subjetividades del
poeta; añade a ello una estructura conceptual que le permite hacer una
indagación sobre temas y espacios no comunes a la lírica sino más bien, a la
filosofía del lenguaje. El estilo de Bencomo no sólo está nutrido por conceptos
abstractos y metafísicos, también por una estética del absurdo, cercana al
surrealismo y, sobre todo, a lo mejor de la poesía dadá, de poetas como René
Char, Tristan Tzara y Hugo Ball. La plasticidad de su poesía está dada a partir
de su conocimiento del lenguaje y de la crítica a las estructuras comunes del
lenguaje poético.
El libro, como lo declara la cuarta de
forros, nos “propone una indagación lírica a través de poemas-fragmento, que
emulan la experiencia de cohabitar en un complejo habitacional. Así, la voz
poética se filtra a través de seis distintas perspectivas como tantos
habitáculos posee el edificio.” Esta estructura sigue la idea de George Perec
en la novela La vida instrucciones de uso
(1978), donde se describen exhaustivamente las habitaciones y los habitantes de
un edificio parisino. A diferencia de lo exhaustivo de la novela de Perec (99
capítulos, con muchos personajes y voces), Alces,
Rejkyavic, sólo cuenta con seis apartados o Interiores con distintos voces-personajes:
Interior A: La
voz de un anciano que esculpe su realidad en hielo, hace una indagación sobre
la memoria y su representación que se deshace en agua y se vuelve a congelar. Delinea
la figura de un niño, de un yo que se fragmenta, “un bisturí para cortar
realidades”. Desde la descripción del interior F se dice: “huele a ajenjo y
lee/ de tanto en tanto/ a George Perec”, y reflexiona sobre su oficio de
artesano-de-la-memoria. Esculpe a un Ucello, donde su voz es “un doble de su
doble”, dice: “soy un músico de sinfonías en hielo”, desde adentro mismo del
agua, del río del recuerdo.
Interior B: Una
pareja de amantes se ahogan en el deseo, de madrugada, hirviendo sus orgasmos
en el aceite de lo ordinario, del ocio, del hastío. El amor es, como en la
escena de El tambor de hojalata de
Günter Grass (y que también aparece en la película homónima, de Volker
Schlöndorff), una anguila pegajosa que se escurre de las manos, drogas duras, bestias
que pastan en la cama, el juego del ahorcado. Los amantes descienden a rappel
al fondo de una botella a celebrar los misterios eleusinos. Desde el interior
F, se oyen las preguntas “¿Dónde y cómo se conocieron? ¿Dónde y hacia cual era
el viaje?”
Interior C: Mientras
un hombre espera la llegada del circo, escucha la invitación a éste por una
furgoneta en llamas; sintoniza los sonidos del sótano, del pensamiento, que es
un infierno, la locura de las bestias en el insomnio, un error informático (“Error
403: Frobidden”). Sale al pasillo a fumar con el sujeto del interior D.
Interior D: Otro
individuo, una especie de gemelo o reflejo del anterior, lidia con el tedio de
la idea de Dios insertada en él como una moneda y con el recuerdo de sus
padres. También espera, la llegada de su familia y a que comparezca el Ser.
Sólo llega el recuerdo de su espiritualidad en forma de una ballena en la que
está encerrado, como Jonás. Dios es sólo el agua salpicada de la piscina azuleyaculante
en un cuadro de David Hockney, mientras D observa una pintura del Greco.
Interior E: Tres
jóvenes mantienen un dialogo alucinante mientras están encerrados en un
departamento, consumen psicotrópicos (un papel con un Shivah multicolor). El
interior E es una consciencia expandida en tres sujetos: yo + yo + yo. Florece
las representaciones absurdas: alces pastando en el cerebro, Rejkyavik donde
cae nieve de resonancias lisérgicas bajo el sonido de la canción de Foals. Una
voz plural declara: “Fuimos iremos a Rejkyavik por nieve”.
Interior F: Flarff, el silencio está lleno de ruido
y contradicción. De ahí sale una voz que finge ser la del vacío, el eco del
eco, fal-sci-fi-cación. Esa voz recorre los demás interiores, los describe,
expone y confunde. A veces es sólo ruido electromagnético que deviene en imagen
de patrones al azar sobre una pantalla de puntos o nieve, que habla de Leng T’che
y piensa en woks. Es entonces un esguince, una imagen vacía.
Uno de los aspectos más interesantes del libro, es
su composición meticulosamente medida de ritmo y melodía, sin abandonar el
verso libre. Como bien lo hace notar Álvaro Luquín, en un ensayo aparecido en
la revista Crítica, del 23 de abril, del 2015:
En Alces…, Daniel [Bencomo] usa una estructura atípica puesto que
transita entre varios registros-conciencia para brindar un ritmo que podría
rayar en la interferencia de nuestro canal favorito a la hora en que se
paralizan todos los relojes del mundo: verso largo, silencio, silencio tiritante,
verso corto, interferencia y verso mediano, [etc.].
Esta versificación, de un aliento medido por ideas y
ritmos respiratorios entrecortados, permite el influjo de una consciencia
fragmentada; logra transmitir mediante la fragmentación del discurso y de los
contenidos lingüísticos la idea de disociación de la consciencia y la búsqueda exhaustiva
de la memoria, como una reflexión que pausa constantemente. Así el poema se
vuelve un acto de sonoridad y de inflexión que en una primera lectura puede parecer
azaroso, pero es totalmente propositivo:
INTERIOR A
(combustión
interna)
Ni Gog ni Bartlebooth ni las fauces de Pan.
Un bisturí para cortar realidades
que
no pude
soldar: ni hierro con error ni desierto con delirio
lo Real tiene otra forma de expansión, como una
plaga
su
maquinaria
no lleva ___________, o rodamiento o ___________,
suena como suena el catéter
cuya gota merma los cráneos del hielo:
motores efímeros de diésel tanteos por la forma del
agua
por eso pienso en el hielo
por eso transparencia es un engaño: boca de cañón.
O es una ____________,
o es el cardiograma o un poema: hoy lo esculpa
mañana es
una gota
i’m the fury in your head.
Otro aspecto que llama la atención es el
uso de elementos textuales y extra-textuales. El ordenamiento tipológico de los
poemas está diseñado para crearnos una sensación de recorrido por un espacio
estructurado y definido para cada Interior. El uso de imágenes para transmitir
las ideas conceptuales es enriquecedor. Todo el libro se antoja como un manual
para construir una obra pictórica dadaísta, con métodos paralelos (collage, apropiación, ready-made, etc.) a los recursos poéticos.
Bencomo, traductor de
poesía alemana, es también, un excelente lector de Paul Celan, autor que
aparece citado al inicio y dentro del libro, su influencia en la poesía del
poeta potosino es notable en el uso del silencio como principal herramienta
para la construcción del verso. Los poemas de Daniel Bencomo, igual que los de
Celan, son los restos de un naufragio autoimpuesto, un silencio que amenaza con hundirlo todo, donde sólo flota lo que es esencial. La fracturación del
lenguaje es más bien una supervivencia de éste al silencio. (Ver INTERIOR D, pág.
47; INTERIOR E, pág. 41) Lo que leemos en el poema es lo que no se puede hundir
ya más. El poeta utiliza una criba o criterio de tipo científico y filosófico,
eliminando todo elemento pesado y trascendentalista. Construye novedosas metáforas a
partir del desordenamiento y desfaz del discurso proponiendo una crítica al lenguaje
mediante el lenguaje poético. El resultado son poemas con capacidad de asombro
y reflexión.
Los poemas de Alces,
Rejkyavik, no andan, no vuelan; los poemas de Bencomo flotan. Nadan de una
consciencia a otra inconsciencia. Del absurdo al sentido más profundo se desliza
el lenguaje con el ritmo del agua. En ese sentido se parece a otro famoso nadador
del lenguaje en estilo crawl: Hector Viel Temperley, al que está dedicado el
poema del Interior C (págs. 60, 61).
Alces,
Rejkyavik, propone, al menos,
ocho trayectorias de lectura indicadas por el propio autor en una nota al inicio
del libro y “como toda región que se pretende lírica, [el] libro admite además
todas las trayectorias nómadas que el lector decida emprender”. La oportunidad
de entregarse al ocio más fascinante nos lo ofrece el equilibrio de todas las
partes (estructural, lingüístico, rítmico, estético, filosófico, etc.) de esta
obra que mantiene un dialogo tanto con la poesía lírica y la poesía del
lenguaje.
Daniel Bencomo (1980, San Luis Potosí). Autor de los libros de poesía De maitines a vísperas (2008, Municipio de San Luis Potosí), Morder la piedra (2009, Mantis Editores), Lugar de residencia (2010, FETA), Alces, Rejkyavik (2014, Libros Magenta/ CONACULTA) y Espuma de Bulldog (2016, Luzzeta Editores) y la traducción de La calma entre el uno y el cero (Bonobos, 2015), de Börn Kuhligk y Canon previo a la huida (2015, Ponciano Arriaga/ Conaculta), de Tom Schulz.
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