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viernes, 16 de octubre de 2015

La Muerte de San Narciso - T. S. Eliot

Daniel Barkley, "Study for St. Sebastian", 2008.

Desciende bajo la sombra de esta gris roca―
Entra bajo la sombra de esta gris roca,
Y te mostraré algo diferente a todo
Tu sombra expandiéndose sobre la arena del amanecer, o
Tu sombra saltando de tras del fuego contra la roca roja:
Te mostraré su paño sangriento y miembros
Y la gris sombra sobre sus labios.

Caminó una vez entre el mar y las altos riscos
Cuando el viento lo hizo consciente de sus miembros moviéndose suavemente uno junto al otro
Y de sus brazos cruzados sobre el pecho.
Cuando caminó sobre los prados
Y se ahogó y calmó con su propio ritmo.
Por el río
Sus ojos fueron conscientes de las esquinas puntiagudas de sus ojos
Y de sus manos conscientes de las afiladas puntas de sus dedos.

Abatido por tal conocimiento
No podría vivir como los hombres, mas se volvió un danzante ante Dios
Si caminó en calles de ciudad
Perecía pisar sobre rostros, convulsivas muslos y rodillas.
Así que salió bajo la roca.

Primero, estaba seguro de que había sido un árbol,
Girando sus ramas entre los otros
Y enredando sus raíces entre los otros.

Entonces supo que había sido un pez
Con el blanco vientre viscoso aferrándose en sus propios dedos,
Retorciendo en su propio puño, su antigua belleza
Atrapado rápidamente en las yemas rosas de su nueva belleza.

Entonces había sido una joven niña
Atrapada en el bosque por un hombre ebrio
Sabiendo, al fin, el gusto de su propia blancura
El horror de su propia suavidad,
Y cayó ebrio y viejo.

Así se volvió un danzante para Dios.
Porque su carne estaba enamorada de las flechas llameantes
Bailó sobre la ardiente arena
Hasta que llegaron las saetas.
Cuando las abrazó su piel blanca se rindió a lo rojo de la sangre, y lo satisfizo.
Ahora él es verde, seco y teñido
Con la sombra en su boca.


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The Death of Saint Narcissus


Come under the shadow of this gray rock -
Come in under the shadow of this gray rock,
And I will show you something different from either
Your shadow sprawling over the sand at daybreak, or
Your shadow leaping behind the fire against the red rock:
I will show you his bloody cloth and limbs
And the gray shadow on his lips.

He walked once between the sea and the high cliffs
When the wind made him aware of his limbs smoothly passing each other
And of his arms crossed over his breast.
When he walked over the meadows
He was stifled and soothed by his own rhythm.
By the river
His eyes were aware of the pointed corners of his eyes
And his hands aware of the pointed tips of his fingers.

Struck down by such knowledge
He could not live men’s ways, but became a dancer before God.
If he walked in city streets
He seemed to tread on faces, convulsive thighs and knees.
So he came out under the rock.

First he was sure that he had been a tree,
Twisting its branches among each other
And tangling its roots among each other.

Then he knew that he had been a fish
With slippery white belly held tight in his own fingers,
Writhing in his own clutch, his ancient beauty
Caught fast in the pink tips of his new beauty.

Then he had been a young girl
Caught in the woods by a drunken old man
Knowing at the end the taste of his own whiteness,
The horror of his own smoothness,
And he felt drunken and old.

So he became a dancer to God,
Because his flesh was in love with the burning arrows
He danced on the hot sand
Until the arrows came.
As he embraced them his white skin surrendered itself to the redness of blood, and satisfied him.
Now he is green, dry and stained
With the shadow in his mouth.


[de T. S. Eliot, The Waste Land and other poems, A Signet Classics, NY, 1998.]

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