Daniel Barkley, "Study for St. Sebastian", 2008. |
Desciende bajo la sombra de
esta gris roca―
Entra bajo la sombra de esta
gris roca,
Y te mostraré algo diferente a
todo
Tu sombra expandiéndose sobre
la arena del amanecer, o
Tu sombra saltando de tras del
fuego contra la roca roja:
Te mostraré su paño sangriento
y miembros
Y la gris sombra sobre sus
labios.
Caminó una vez entre el mar y las altos
riscos
Cuando el viento lo hizo
consciente de sus miembros moviéndose suavemente uno junto al otro
Y de sus brazos cruzados sobre
el pecho.
Cuando caminó sobre los prados
Y se ahogó y calmó con su
propio ritmo.
Por el río
Sus ojos fueron conscientes de las
esquinas puntiagudas de sus ojos
Y de sus manos conscientes de
las afiladas puntas de sus dedos.
Abatido por tal conocimiento
No podría vivir como los hombres,
mas se volvió un danzante ante Dios
Si caminó en calles de ciudad
Perecía pisar sobre rostros,
convulsivas muslos y rodillas.
Así que salió bajo la roca.
Primero, estaba seguro de que
había sido un árbol,
Girando sus ramas entre los
otros
Y enredando sus raíces entre
los otros.
Entonces supo que había sido un
pez
Con el blanco vientre viscoso aferrándose
en sus propios dedos,
Retorciendo en su propio puño,
su antigua belleza
Atrapado rápidamente en las yemas rosas de su nueva belleza.
Entonces había sido una joven
niña
Atrapada en el bosque por un
hombre ebrio
Sabiendo, al fin, el gusto de
su propia blancura
El horror de su propia suavidad,
Y cayó ebrio y viejo.
Así se volvió un danzante para
Dios.
Porque su carne estaba enamorada
de las flechas llameantes
Bailó sobre la ardiente arena
Hasta que llegaron las saetas.
Cuando las abrazó su piel blanca
se rindió a lo rojo de la sangre, y lo satisfizo.
Ahora él es verde, seco y
teñido
Con la sombra en su boca.
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The Death of Saint Narcissus
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The Death of Saint Narcissus
Come
under the shadow of this gray rock -
Come
in under the shadow of this gray rock,
And
I will show you something different from either
Your
shadow sprawling over the sand at daybreak, or
Your
shadow leaping behind the fire against the red rock:
I
will show you his bloody cloth and limbs
And
the gray shadow on his lips.
He
walked once between the sea and the high cliffs
When
the wind made him aware of his limbs smoothly passing each other
And
of his arms crossed over his breast.
When
he walked over the meadows
He
was stifled and soothed by his own rhythm.
By
the river
His
eyes were aware of the pointed corners of his eyes
And
his hands aware of the pointed tips of his fingers.
Struck
down by such knowledge
He
could not live men’s ways, but became a dancer before God.
If
he walked in city streets
He
seemed to tread on faces, convulsive thighs and knees.
So
he came out under the rock.
First
he was sure that he had been a tree,
Twisting
its branches among each other
And
tangling its roots among each other.
Then
he knew that he had been a fish
With
slippery white belly held tight in his own fingers,
Writhing
in his own clutch, his ancient beauty
Caught
fast in the pink tips of his new beauty.
Then
he had been a young girl
Caught
in the woods by a drunken old man
Knowing
at the end the taste of his own whiteness,
The
horror of his own smoothness,
And
he felt drunken and old.
So
he became a dancer to God,
Because
his flesh was in love with the burning arrows
He
danced on the hot sand
Until
the arrows came.
As
he embraced them his white skin surrendered itself to the redness of blood, and
satisfied him.
Now
he is green, dry and stained
With
the shadow in his mouth.
[de T. S. Eliot, The Waste Land and other poems, A Signet Classics, NY, 1998.]
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